¡A pasar del emplazamiento a la disputa real!

No es extraño decir que el escenario se ha dinamizado principalmente por
el actuar de los secundarios, quienes en la calle y con la toma de sus
establecimientos han materializado un vínculo real entre el contenido y la
radicalidad a la hora de proponer su pliego de demandas. Por otro lado, la
CONFECH ha volcado su mirada al posicionamiento mediático y el llamado a la
expresión universitaria, cuestión que en nuestra Universidad ha tenido una
mayor recepción que en el resto del país.Así, el discurso de la radicalización en lo universitario se ha
traducido en maniobras que en lo concreto, se reducen a acciones pasivas,
desplazando la lucha por cambios estructurales a un peticionismo que reacciona
frente al ritmo del propio gobierno y los ajustes que el sistema educativo
requiere para su perfeccionamiento.
De las “5
exigencias para avanzar hacia un nuevo sistema educacional”
Discrepamos con las voces que ven al emplazamiento como un verdadero avance en términos de articulacióno como
el primer emplazamiento ofensivo de los
estudiantes. Este documento hoy, marca un retroceso si lo comparamos con las
demandas planteadas durante el 2011, desalojando su concreción y la necesaria
radicalidad en contenido, limitando, lógicamente, los avances estratégicos en
el proyecto de la educación que queremos.
Al plantear la forma del emplazamiento, se asume un contexto político adverso,
en donde el movimiento estudiantil se encuentra con menores fuerzas para
presionar y por tanto, aquello que debiese ser nuestro soporte ofensivo se
convierte en la camisa de fuerzas conteniendo nuestro despliegue como movimiento.
El contenido es ajustado al marco de
posibilidades de victoria del ahora, no nos abre un camino claro en la lucha,
ni apunta a subvertir una determinada relación de fuerzas sino por el contrario,modera en su contenido y función táctica la
lucha por la educación.
Además, no prioriza las demandas que debiesen ser el sustento de nuestro
proyecto, sirviendo más como un creativo collage que como reflejo de lo que
queremos lograr. El frenar los proyectos de ley se pone en el tapete y abre la
posibilidad de que una fuerza social, como la estudiantil, adquiera el carácter
de mediador de la burocracia legislativa y sirva como botón de pánico de la
agenda del bloque dominante ¿Y en qué
minuto es el propio pueblo quien dirige su lucha para disputar, vencer e
implementar la educación que quiere? ¿En qué medida con acciones como esta no
somos sino fuerza testimonial que se diluye en los muros del consenso
imperante? ¿Cómo arrinconamos la mercantilización y proyectamos nuestra
educación?
Del cómo
avanzamos
Hoy más que nunca hacen falta claridades que nos lleven a radicalizar la
movilización tanto en contenido como en formas. Es decir, que se condigan los
lineamientos de la sociedad que queremos, con las demandas y con las formas de
movilización que levantamos. La lucha
estudiantil no puede acotarse ni dirigirse a resoluciones institucionales,
sino que el movimiento debe ser capaz de generar una alternativa que haga
sentido al pueblo en su conjunto, imprimiéndole no solo la fuerza moral sino
también creando el soporte material de su propia independencia de clase y, por
tanto, antagónica a cualquier reproducción del modelo educativo. Es decir, nuestra movilización, nuestras demandas,
debe hacerle sentido al pueblo y no a los que dominan.
Debemos
disputar con el Ejecutivo en una lucha confrontacional,
sin confundirnos con que el parlamento es un espacio, ya que lo único que se puede
esperar de aquél es que las fuerzas políticas con intereses en la
institucionalidad se posicionen a través del lobby. Esta lucha debe sustentarse
en la fuerza de nuestros proyectos y en el crecimiento de la alternativa
estudiantil y no en la negación de las acciones del gobierno. Debemos exigir las mejoras materiales para
todos los niveles de la educación y debemos ser nosotros, el pueblo movilizado,
quien construya el sentido de la educación en la cotidianidad.
Así, la movilización tiene la potencialidad de superar realmente la
inercia y la superficialidad con que se forja hoy; nos falta la radicalidad
necesaria en las demandas y en el proyecto, de manera que las actividades que
se hacen hoy en nuestros espacios tengan sentido y apunten a acumular la fuerza
que necesitamos. Por esto, también un objetivo es la recomposición de la
organización estudiantil, con un carácter permanente y que selle el vínculo
intransable entre nuestra política y el cómo nos desplegamos en el escenario
actual y los futuros, aglutinando nuestra praxis cotidiana en la perspectiva de
un proyecto popular de educación.
Con todo lo anterior, hoy debemos avanzar en dos ejes: fin de mercado educativo en todos sus
ámbitos y fortalecimiento del sistema estatal, cuestión que desaloje al mercado
como amo y señor de la entrega de enseñanza.Cuestión
aparte merecerá la generación de un proyecto de la educación que el pueblo debe
implementar, que dispute con el actual modelo, desde su raíz, que destruya
cualquier posibilidad de apropiación privada del conocimiento, y que forje en
esa nueva sociedad a los hombres y mujeres que construirán el camino de su
necesaria emancipación.
¡Educación
digna e igualitaria para una nueva sociedad!
0 comentarios: