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martes, 26 de junio de 2012

La Educación: Una Lucha del Pueblo

¿Que define a la lucha por la educación como una lucha popular?, ¿Porque esta no debe quedarse en los límites de una disputas meramente corporativa? Desde la CONFECH, plenarios y asambleas se ha escuchado el diagnóstico de que el 2011 perdimos porque los sectores de trabajadores productivos no se sumaron a la lucha. Es decir, que la fuerza estudiantil tiene límites y que la efectividad de esta sólo tiene sentido si es una lucha multisectorial.
Esa tesis que ya se repite constantemente y que parece ser signo de radicalidad tiene bastantes falencias. En primer lugar el 2011 no perdimos porque los sectores productivos no se unieron a la lucha (por medio de paros productivos y huelgas), sino que por las propias incapacidades del movimiento: la falta de organización real y de una dirección eficaz, más allá del posicionamiento mediático de las dirigencias. En segundo lugar, se presupone que los sectores productivos están organizados y dispuestos a luchar, lo que si bien puede ser cierto ante un posible impulso coyuntural de un movimiento y en ciertas expresiones minúsculas en comparación con la totalidad de los trabajadores, tiende a ser un contrasentido ante la realidad que vive el conjunto del movimiento popular chileno y ante el carácter de la organización y movilización del trabajador organizado ¿Se presupone con esto que la lucha junto a los trabajadores no es necesaria? claro que no, esta es primordial, pero no se hará efectiva y real por el hecho de agitar una consigna de articulación multisectorial o por la declaración conjunta de los dirigentes del pequeño activo sindical actual - ampliamente hegemonizado por las fuerzas concertacionistas y reformistas del PC. 

El contenido de la lucha por la educación no se define solamente por las fuerzas con la que se articula el movimiento estudiantil, sino que también y principalmente por la dirección a la que apuntan (reformas, ajustes o cambios estructurales) y a quien benefician (sólo a los estudiantes, a al conjunto del pueblo). Por eso nos atrevemos a decir que aunque hayan salido más de 200.000 a las calles o que porciones no menores del pueblo apoyaron al movimiento, nuestra lucha no superó un formato corporativo, es decir, una lucha estudiantil por evitar que se nos quiten o den beneficios. A pesar de esto debe quedar claro que una lucha por demandas inmediatas para los estudiantes, mientras involucre un alto grado de participación y organización es un proceso valioso para darle crecimiento y acumulación al movimiento, pero el problema ocurre precisamente cuando tenemos que pasar de la consigna a la materialidad de la demanda popular. 

Una demanda es popular en tanto tenga sentido para el mundo popular, es decir que permita que este pueda hacerla suya y luchar por ella porque mejora directamente sus condiciones de vida y se direcciona a cambiarlas de forma radical. La educación gratuita y el fin al lucro tiene sentido si es que estas mejorar también son sentidas por el gran abanico de gente que no puede ingresar a la educación o por los hijos de trabajadores que hoy están recibiendo un conocimiento precarizado que sólo les dará el status de del título universitario, pero los condenara a sufrir las mismas carencias que sus padres: deudas, bajos sueldos o condiciones laborales alienantes. Una educación igualitaria involucra el hecho de que una educación de calidad debe ser para todos por igual, eliminando la existencia de ghettos de privilegio como las universidades de elite. 

Sólo de esta forma es posible que el pueblo trabajador asuma esa lucha como suya y que por medio de procesos de organización que los involucren a ellos directamente (desalojando todo signo de paternalismo o asistencialismo) asuman a la vez la tarea de luchar por una sociedad distinta. Esta última es la condición para que se resuelva de raíz el problema educativo, y la lucha que damos hoy en los marcos de este Chile injusto y desigual debe apuntar no sólo a solucionar nuestros problemas inmediatos, sino que articular y proyectar nuestra lucha hacia ese objetivo estratégico. Es decir, ir acercando nuestra pelea hacia horizontes populares y anticapitalistas, como condición base para entender al movimiento estudiantil como parte del pueblo organizado.

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