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martes, 26 de junio de 2012

Editorial Junio 2012

Para nadie es un misterio que este año al movimiento estudiantil le ha costado retomar la iniciativa e irrumpir como una real fuerza en el escenario, y aunque si bien las pocas marchas que se han hecho en el año siguen siendo masivas, la escasa discusión política sobre la coyuntura y la moderación que desde un inicio se ha visto en la CONFECH tildando este como el “año de las propuestas” en donde “marchas, paros y tomas” eran formas desgastadas, han impedido que estos hitos se inserten en un real proceso de lucha, expresando más que nada una suerte de inercia y naturalización de la protesta social, 
dadas por las condiciones de pasividad, despolitización y desarticulación organizativa en las que aún nos encontramos como Movimiento Estudiantil, las que impiden que pasemos del descontento latente al desarrollo de mayores claridades políticas por nuestra lucha por la educación.   

Mientras tanto el gobierno sigue cursando la agenda de ajustes para el sistema de educación superior del bloque dominante, apoyándose muchas veces en cuestiones que el mismo movimiento planteó, pero que ante la imprecisión y falta de proyecto dejaron un flanco abierto para que los poderosos ejecuten los ajustes que necesita el modelo (por mencionar algunos ejemplos: “fin del CAE” que abre de lleno las puertas del financiamiento estatal a las Ues privadas, anuncio de la superintendencia de educación, incorporación del ranking a las ponderaciones de ingreso a la ESUP por el CRUCH, reformas del pregrado, etc.)   

Ante esta situación las fuerzas políticas presentes en la mesa FECH han manifestado un consenso generalizado en torno a que este año para reimpulsar la movilización la lucha del movimiento estudiantil debe centrarse en plantear “demandas estratégicas” que permitan “avanzar y ganar cosas concretas” (fin al lucro por medio de una superintendencia, democratización, AFD Ues estatales), junto con la instalación en el “debate público” y a nivel de institucionalidad de ciertas “temáticas estratégicas” (carácter del estado, reforma tributaria, reformas políticas). Frente a esto ¿Qué tan estratégicos son estos avances? ¿Dónde quedaron las demandas enarboladas el año pasado? ¿Desde cuándo peleamos por regular el mercado y paliar los excesos del modelo? 

Para nosotros la disyuntiva en la que se encuentra hoy el movimiento estudiantil se resume en si saldremos este 2012 a exigir un cambio estructural del modelo educativo –y por ende de la sociedad que lo sustenta- o si nos limitaremos a pedir ajustes que lo “mejoren”. Y frente a ella tenemos una respuesta categórica: nuestra lucha es hasta alcanzar una educación igualitaria y de calidad para el pueblo, en la que el sentido que tenga el conocimiento sea la realización completa de la sociedad, eliminando toda posibilidad e intención de generar un negocio a raíz de él. Esta no cabe en los marcos y lógicas del capitalismo, por lo que para conseguir una educación igualitaria la lucha debe ser una disputa que represente al pueblo a través de un proyecto de transformación del conjunto de la sociedad. En este sentido, lo reivindicativo se enmarca en el objetivo de enfrentar el modelo político-económico imperante (capitalismo neoliberal avanzado), esto implica que no debemos apuntar ni a mejorarlo, ni  hacerlo sostenible, sino justamente a lo contrario: a ir derribando los pilares en los que se sustenta. 

Lo anterior no es posible de conseguir si no es en la movilización, en la lucha y en la protesta por cambiar la sociedad y en el trabajo constante entre compañeros en las facultades, forjando en lo cotidiano las claridades políticas y de proyecto que nos permitan fortalecer el movimiento y conseguir nuestros objetivos.

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